El Doctor Andrés Triana, explica cómo impactan las olas de calor en el cuerpo humano y su repercusión en el corazón.
En nuestro país, hemos sido testigos que los días con olas de calor pueden llegar a los 40 grados en los meses de diciembre a febrero, y sobre todo este verano, las altas temperaturas han sido una constante. Y es que, a nivel mundial, según un estudio publicado por The Lancel Planetary, las temperaturas extremas son responsables de más de cinco millones de muertes adicionales cada año y a nivel regional, el 9,43% de la mortalidad se atribuye a este factor.
El artículo “Efecto de las temperaturas extremas en la incidencia de enfermedades cardiovasculares 2016-2022” publicado en la Revista Chile de Cardiología, explica que Chile presenta dos condiciones desfavorables que prevén que el riesgo asociado a temperaturas extremas aumente en el tiempo.
La primera apunta a una alta prevalencia en la población de enfermedades no transmisibles, más vulnerable a temperaturas extremas dada la menor capacidad para adaptarse a estos cambios, y la segunda –de acuerdo al artículo 4.8 de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre cambio climático- el país es considerado altamente vulnerable frente al cambio climático al contar con áreas de borde costero de baja altura, sectores áridos propensos a sequías y desertificación.
¿Cómo reacciona el cuerpo ante temperaturas extremas? Los efectos fisiológicos son variados. El cardiólogo de Clínica Los Leones, Dr. Andrés Triana, asegura que el calor desencadena mecanismos compensatorios como la vasodilatación o sudoración. Ahora bien, esto aumenta la frecuencia cardiaca, lo cual, un corazón con enfermedad de riesgo previo sometido a mayor estrés y demanda de oxígeno, puede desencadenar eventos cardiovasculares tales como isquemia cardíaca, infarto al miocardio, shock o paro cardíaco.
Y enfatiza en que las personas con mayores condiciones de vulnerabilidad ante los efectos del calor extremo son “recién nacidos, niños, mujeres embarazadas y ancianos, personas con enfermedades crónicas no transmisibles, personas en situación de discapacidad e individuos sanos que realizan actividad física a la intemperie como trabajadores agrícolas, de construcción o deportistas. Los niveles de vulnerabilidad dependen de la exposición y sensibilidad individual”.
El informe “Ola de Calor y Medidas a Tomar” de la Organización Mundial de la Salud (OPS) menciona que los factores de riesgo no climáticos que influencian en la sensibilidad al calor incluyen el estado socio económico, características individuales como el estado físico, género, aclimatación, comportamiento, peso corporal y la presencia de enfermedades coexistentes, así como uso de medicamentos, y consumo de alcohol y drogas. La sinergia de estos factores puede llevar a un desenlace fatal.
La importancia de la prevención
“La primera medida de prevención de los efectos de la ola de calor es el autocuidado. Las personas deben ser conscientes del riesgo y evitar la exposición prolongada al calor, hidratarse y usar ropa apropiada y de ser necesario, trasladarse por sus medios a sitios frescos o pedir apoyo para hacerlo. Se debe dedicar especial atención a personas en condiciones de vulnerabilidad, principalmente ancianos y niños”, explica el especialista.
Y agrega: “En caso de que el autocuidado no sea suficiente, y la familia o comunidad detecten signos y síntomas, estas deben retirar a la persona de la exposición al calor de forma inmediata, hidratarla, trasladarla a un sitio con sombra que sea fresco y ventilado, aplicar medios físicos que faciliten el enfriamiento y apoyar al alivio de síntomas”.
El cardiólogo de Clínica Los Leones, Dr. Andrés Triana, apunta a que los casos moderados y severos deben recibir un manejo inicial prehospitalario y si lo requieren ser trasladados a un centro de salud de mayor capacidad resolutiva, para evitar la aparición de secuelas graves y la muerte. La atención debe ser prestada por personal entrenado en la detección de condiciones relacionadas a exposición al calor.
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