En ocasiones un Presidente de la República cumple una función parecida a la de un entrenador de fútbol. Uno gobierna y dirige la administración del Estado; y el otro, está a cargo de la dirección y entrenamiento de sus dirigidos. En tal sentido, son responsables del desempeño de sus “pupilos”, sean Ministros o jugadores de un plantel, y ambos, permanecen en sus puestos mientras cuenten con la confianza del Presidente o del “DT”.

            Para un futbolero, es frecuente ver en las conferencias de prensas a los “DT” recibiendo críticas cuando el equipo no gana y no suma puntos. Aunque con notorias diferencias, los informes de prensa sobre el avance del Covid-19 que hace el Ministro y Subsecretario de turno se han transformado en conferencias en que deben explicar y justificar cada “condoro” o “chambonada” que hace el “DT”.  

            Hace semanas, las felicitaciones que recibía nuestro “Mr. Pipa” han quedado atrás, el equipo ya no gana y el té ya no es tan dulce, ni la marraqueta crujiente (de hecho algunos no la ven). El sistema táctico no funciona, y dentro o fuera de la cancha el “DT” parece perdido, su indisciplina han desviado la atención de lo que realmente importa, ganar el partido contra el Covid-19.

            En medio del juego, la pelotita sigue girando y en la banca nuestro “DT” parece errático y perdido, ni siquiera escucha a los miembros de su staff técnico.

            La hinchada hace rato perdió la paciencia; y entre pifias y chiflidos, se produjo un cambio forzado. Salió el regalón del equipo, y entró el Doctor Paris, que a diferencia de Sócrates, hacía tiempo estaba con los botines puestos y calentaba al borde de la cancha.

            En su primer contacto con el esférico, se vio una buena técnica al bajar el balón, aguantó las marcas, se sacó dos hombres de encima, corrió y puso un pase gol al Subsecretario Zúñiga, quien fatigado por los presuntos contratos irregulares en una concesión, no logró conectar.

            El partido se pierde por goleada, el reloj avanza y la remontada parece imposible. De pronto, Katherine Martorell cae al piso por un calambre ocasionado por una querella en su contra, presuntamente por favorecer a una empresa de telecomunicaciones en una licitación. Paris se da cuenta de la lesión y tira la pelota afuera para que entre el equipo médico y el “DT” que para variar no falta.

            De un momento a otro, las cámaras que transmiten el juego captan el ingreso de un chimbombo cargado con un líquido color “tinto”. La galucha pifia y el malestar se hace sentir. Paris visiblemente molesto, le susurra al oído al jefe, y éste no escucha, se hace el loco y gesticula desmesuradamente. Queda claro que él es la estrella del equipo.

Seba Ibáñez.

Habilitado en Derecho.